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Madrid on Screen #01: Abre los ojos

Áurea Izza • Apr 28, 2020
Madrid on Screen #01: En 'Abre los ojos', amor y terror, sueño y verdad, se confunden entre parques, rascacielos y avenidas de Madrid.
Comencé a escribir este blog en pleno confinamiento, con un país paralizado por la pandemia, una situación de emergencia sanitaria y social que sólo podrán comparar aquellos que ahora sean nonagenarios, y sin ser la mayoría de nosotros aún conscientes de los síndromes postraumáticos que sufriremos en mayor o menor medida. Llegado el momento de inaugurar la serie ‘Madrid on Screen’ y elegir cuál de todas las películas en las que Madrid, más que servir de escenario, se luce como personaje, tenía que ser Abre los Ojos (1997). Simplemente porque jamás imaginamos que la angustia que sentía César (Eduardo Noriega) en su primera pesadilla, recorriendo abrumado una Gran Vía absolutamente desierta, se convertiría en demoledora realidad más de veinte años después.

Recuerdo ver la segunda obra de Alejandro Amenábar en plena adolescencia; ya me había quedado impactada, como toda mi generación, con su ópera prima Tesis (1996). Entonces, la sola idea de recorrer una Gran Vía desolada se convertía en terror, especialmente ante la incertidumbre del por qué, las posibles consecuencias, y la sensación de apabullante soledad en una ciudad normalmente atestada … Por otra parte, ya forman parte de la historia del cine patrio las diversas peripecias que Amenábar, Noriega, y el resto del equipo de rodaje pasaron para conseguir semejante escena, teniendo que aprovechar un quince de agosto al alba… (la fecha que en realidad más disfrutamos los madrileños que siempre nos quedamos aquí).

Gran Vía desierta en un fotograma de la película Abre los Ojos (1997) (Foto: The Huffington Post)

Más allá de lo profético de estas escenas, no puede pasar desapercibido durante el visionado de Abre los Ojos cómo el argumento de la película (que no desvelaré) se abraza a otros elementos del Madrid contemporáneo, utilizados magistralmente para suscitar una básica pero rotunda gama de sentimientos que acompañan a los personajes y se adueñan del espectador. Algunas de las escenas más románticas entre los dos protagonistas ocurren en el Parque de Berlín, dedicado a la capital europea. Es uno de nuestros parques urbanos más apacibles, de afortunada localización ya que se encuentra lejos del radio turístico, y un curioso ejemplo de revalorización del patrimonio contemporáneo: en una de sus fuentes se exponen tres fragmentos del muro de Berlín, con sus graffiti originales.

Fragmentos del muro de Berlín en el parque homónimo (Foto: abc.es)

En otro momento de la película, César acude desesperado a la sede de una clínica privada de lujo donde abundan el blanco y los cromados, y donde le esperan un grupo de cirujanos con aspecto riguroso frente a unos grandes ventanales por donde entra una luz inquietante. Están en el Faro de Moncloa, uno de los símbolos del Madrid contemporáneo que ha generado más desazones al Ayuntamiento de Madrid, de proyección futurista y diseño imposible, con algunos problemas de seguridad (ya resueltos) pero con unas impresionantes vistas de la ciudad. Algunos han acusado la inarmónica combinación de su aspecto con el de edificios cercanos como la sede del Museo de América, pero ésa es otra entrada.

Torre Picasso (Foto: esmadrid.com)

Acabo con una de las escenas más emblemáticas de Abre los Ojos (y sigo sin pretender desvelar el argumento) para destacar el papel de la Torre Picasso, proyectada en 1974 por Minoru Yamasaki (quien proyectara las desaparecidas Torres Gemelas) y protagonista del corazón financiero de Madrid. En este imponente prisma blanco y brillante se desarrolla el clímax de la película, desde que los protagonistas comienzan su ascenso con confesiones y catarsis, hasta su llegada a la azotea donde una luz deslumbrante y un viento ensordecedor acompañan a César en su decisión más importante: tomar las riendas de su vida.

La película la recomiendo siempre, sobre todo por su estética, sus cuestiones sobre sueño y realidad, y la fuerza que acompaña a los primeros largometrajes de los grandes directores. El argumento y su visionado están disponibles en diversas plataformas de Internet, aunque si te tienta ver su remake estadounidense Vanilla Sky (2001), te lo puedes ahorrar …

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